Se acerca el verano, y con él el momento en el que las ensaladas y sopas frías arrancan su reinado, donde brillan por ser temporada de tomate, pepino, pimiento, hojas verdes y frutas jugosas, que coincide con la de empezar a tener el cerebro frito por el calor (que no ayuda precisamente a ponerse culinariamente creativo, ni a pasarse horas a los fogones). La sección “póntelo fácil” que está aquí para ayudarte a optimizar recursos, tener a mano fórmulas, ingredientes o técnicas que nos ayudarán a comer bien sin dejarnos ni el sueldo ni la energía en ello.
Después de las recetas que saben a pasta -pero no son pasta- con las que nos estrenamos en marzo, las 11 propuestas para cocinar con las conservas que tengamos en la despensa de abril y las recetas primaverales con cuatro ingredientes, vamos con 11 ensaladas, 10 de las cuales funcionan perfectamente como plato único. La última es una macedonia que puedes acompañar con tu dulce favorito, como natillas, helado o una salsa facilísima de chocolate fundido con nata.
Además de recetas, cada mes daremos una lista “más fácil todavía” para cocinar una vez y comer varias, comprar congelados o embotados que formen parte de las diferentes recetas que vayamos a proponer. También habrá ideas para acompañarlos y completarlos, además de algunas sugerencias de fondo de despensa que pidan poco tiempo de cocción para esos momentos en los que la rapidez marca la diferencia. Todas las recetas son para cuatro personas, a no ser que se indique lo contrario (al final encontrarás buenos motivos para duplicar algunas y congelarlas o darles otros usos culinarios).
Esta ensalada es un buenísimo motivo para hacer unos cuantos espaguetis de más -50 gramos por persona es una buena cantidad-, aliñarlos con aceite y dejarlos enfriar en un bandeja. Para cuatro personas, cocer seis huevos durante seis minutos y pasarlos a un bol con agua fría para cortar la cocción. Mientras se cuecen los huevos, hacer una vinagreta con cuatro cucharadas de olivada verde o negra, dos de aceite, vinagre, sal y pimienta al gusto. Convertir dos calabacines medianos o tres pequeños bien frescos y tersos en espaguetis cortándolos a tiras, o rescatando el espiralizador que compraste hace años y ahora vive olvidado en un cajón. Mezclar bien la verdura, la vinagreta y la pasta a temperatura ambiente, y servir con los huevos pelados troceados por encima, unas nueces y un chorrito final de aceite.
Dorar un par de dientes de ajo en un poco de aceite en un cacito y dejar enfriar. Preparar una vinagreta con cuatro cucharadas del aceite aromatizado, los dientes de ajo frito triturados -en el mortero o con un tenedor y un poco de paciencia-, sal, pimienta y vinagre al gusto. Lavar y secar bien 300 gramos de hojas de espinaca baby y escurrir 800 gramos de garbanzos cocidos. Tostar a fuego mínimo dos cucharadas de piñones (también se pueden poner tal cual, pero un tostado ligero les sube el sabor). Añadir dos o tres cucharadas de pasas sultanas, mezclar bien todos los ingredientes y servir. No es canónico, pero si tienes una manzana ácida a mano, prueba a ponerla cortada en daditos: le da un buen punto de frescura y crujiente.
Es el momento de devolver a la primer línea recetil esta genialidad, en la que aprovechamos que el cuscús -concretamente, la sémola que se usa para prepararlo- no necesita calor para hidratarse, por lo que podemos hacerlo con la sopa fría clásica de la temporada, en versión casera o comprada: el gazpacho. ¿Qué conseguimos con esto? Que la base de nuestra ensalada ya tenga mucho sabor. ¿Cómo lo hacemos? Poco a poco, porque no queremos que quede aguada: medimos lo que ocupan 200 gramos de cuscús con ayuda de un vaso o una taza, ponemos en un bol y añadimos el mismo volumen más ¼ en gazpacho. Pasados 15 o 20 minutos, probar y si aún está duro, añadir ¼ más, remover y repetir el tiempo de espera (no todos los gazpachos tienen el mismo porcentaje de sólido y líquido). Podemos dejar el cuscús hidratándose en la nevera desde la mañana o cuando lleguemos a casa, y antes de comer la ensalada añadir hortalizas picadas, lechuga o cogollos, restos de pollo o pescado asado, huevo duro, bonito, atún o sardinas, aceitunas, langostinos o queso fresco. Aliñamos con un poco más de aceite, sal, pimienta y vinagre, y listo.
Cocina 250 gramos de pasta integral corta -peso en crudo-; la que más te guste, siguiendo las instrucciones del fabricante. Mientras, saltea brevemente 400 gramos de tomates cherry en una sartén sin aceite a fuego vivo, en una o dos tandas y removiendo sin parar: queremos que la piel se tueste en algunos puntos, pero no que la carne se ase. Mientras, escurrir un tarro o un par de latas de bonito o atún; si es en aceite de oliva, podemos usarlo para la vinagreta. Mezclar cuatro cucharadas de aceite con sal, pimienta, perejil picado y ralladura y zumo de limón al gusto. Mezclar bien con la pasta, los tomates, el bonito, media cebolleta o cebolla dulce cortada muy fina y un puñado de aceitunas (las bajas en sal le quedan muy bien).
Lleva a ebullición abundante agua con sal, añade 200 gramos de fideos de arroz finos -tipo vermicelli- y apaga. Remueve de vez en cuando durante cinco minutos hasta que estén blandos, cuela, pasa por agua fría y deja que se escurran. Mientras, tritura dos cucharadas de cacahuetes tostados -o crema de cacahuete- , dos de aceite suave, salsa de soja y zumo de lima al gusto hasta conseguir una salsa cremosa; si quieres un toque dulce también puedes ponerle un poco de azúcar, miel o ágave. Corta en bastones un pepino mediano, un pimiento rojo, cuatro zanahorias pequeñas, además de una o dos cebolletas en tiras (reservar la parte verde). Mezcla los fideos con las verduras, la vinagreta y 400 gramos de tofu en daditos -yo uso el de firmeza media-, remover bien y rematar con la parte verde de la cebolleta en rodajitas, cacahuetes picados y más lima en trozos. Si tienes alguna hierba aromática por ahí, no dudes en añadirla.
La combinación entre unas buenas judías blancas y yogur cremoso solo puede mejorarse con un chute de ingredientes que le aporten frescura y sabor. Escurrir bien 600 gramos de judías blancas cocidas; mientras, batir dos yogures griegos con sal, pimienta, ralladura y zumo de limón al gusto y un poco de menta picada (reservar otra parte para decorar). Poner las judías en una fuente o bol, cubrir con la salsa de yogur, rematar con 600 gramos de remolacha cocida cortada en dados, un chorro de aceite, un poco de sal, más menta y copos de chile; si tienes za’atar o sésamo a mano, también le irán genial.
Cocer seis patatas -por ejemplo, Monalisa, Kennebec o Spunta- medianas con piel durante unos 20 minutos, o hasta que estén blandas como para atravesarlas con una brocheta. Prepara una vinagreta mezclando vinagre, sal, pimienta y aceite de oliva al gusto (es recomendable ser generoso con todo, especialmente con el aceite). Corta pimiento rojo o verde y una cebolleta o media cebolla dulce en daditos o tiras y mezcla con la vinagreta un rato antes de montar la ensalada, para que pierdan fuerza, queden un poco avinagrados (y de paso sienten mejor a los estómagos sensibles). A partir de aquí lo canónico sería ponerle tomate, huevo duro y aceitunas, pero acepta muchos otros ingredientes como pepino, manzana ácida, hojas de lechuga, cogollos o repollo cortado fino, guisantes, espárragos o judías verdes al punto, frescos y crujientes, y cualquier resto de verdura asada (por ejemplo, pimiento, calabaza, berenjena). Además de los huevos duros, le irá bien cualquier conserva de pescado -sardinas, bonito, atún, agujas- en aceite o en escabeche, algunas de verdura como espárragos blancos, maíz o puerros y el queso fresco o tipo feta (tenlo en cuenta cuando prepares el aliño para que no quede demasiado salado).
Una versión de la ensalada César en la que los picatostes se sustituyen por una base de arroz integral, mientras ponemos un poco más de pollo y aliño para convertirla en un plato único y saciante. Cocina 150 gramos de arroz integral siguiendo las instrucciones del fabricante, cuela y deja enfriar. Calienta seis cucharadas de aceite en un cacito a fuego suave, añade dos dientes de ajo aplastados con el lado de un cuchillo, rehoga suavemente cinco minutos, retira del fuego y deja enfriar del todo. Aplasta cuatro filetes de anchoa con un tenedor; si quieres, añade también parte de los ajos previamente dorados -o los dos-, y mezcla en un bol con varillas o en un mortero con dos yemas de huevo. Vierte el aceite removiendo para que emulsione, y cuando esté un poco ligado, zumo de limón y pimienta al gusto (no añadas sal antes de montar la ensalada, entre las anchoas y el queso es posible que ya quede bien sazonada). Mezcla el arroz, una lechuga romana lavada y seca, dos pechugas de pollo desmigadas, la salsa y un par de cucharadas de parmesano rallado. Remueve bien, remata con más pimienta y otra cucharada de parmesano, y a comer.
Nació como un desayuno o merienda payés para comer con pan y engañar el hambre a media mañana o tarde, pero las posibilidades culinarias de esta cebolla ablandada por la fuerza, el vinagre, el aceite, la sal y el tiempo son infinitas. Prepárala tal y como te enseñamos allá por el Neolítico con una cantidad generosa de aliño, que hará las veces de vinagreta, y mézclala con 800 gramos de lentejas cocidas, la misma cantidad de tomate maduro -si aún no lo encuentras de temporada, puedes usar una buena conserva, como se hace en el mojete murciano- y un par de latas de sardinas en aceite. Mezcla bien y ya tienes la comida lista.
Empieza preparando la vinagreta de David Chang que sirve tanto para marinar unas alitas de pollo como el pulpo que le acabó dando nombre, o ensaladas como esta: mezcla en un tarro 60 mililitros de salsa de soja suave, la misma cantidad de vinagre de arroz -o mitad de vinagre de manzana, mitad agua, 30 mililitros de aceite de oliva suave o girasol, una cucharada rasa de azúcar o miel, otra de jengibre fresco picado muy fino, dos cucharaditas de ajo fresco picado muy fino, una de aceite de sésamo -o semillas-, chile al gusto y pimienta recién molida. Tápalo, lleva a la nevera y deja reposar al menos dos horas (o de un día para otro). Lava y cuece según las indicaciones del fabricante 200 gramos de quinua, escurre y deja templar. Quita la mitad de la piel a tiras a dos pepinos pequeños y córtalos en rodajas finas, corta o ralla también un brócoli pequeño. Mezcla todo con la quinua, la vinagreta y 300 gramos de gambas o langostinos cocidos pelados y deja reposar cinco minutos antes de comer. Si tienes por ahí un tallo de cebolleta, córtalo en rodajitas y ponlas por encima para rematar.
¿Una ensalada de postre? Preguntas mientras fijas tu pupila en mi pupila negra (como todas las pupilas, que Bécquer era un gran poeta pero de anatomía andaba regular). Pues sí, porque ¿qué es una macedonia, sino una ensalada de fruta? Tan sencillo como pasar por la sartén a fuego medio-alto unos melocotones y nectarinas cortados a gajos con un poco de mantequilla. Remueve hasta que se caramelicen -no hay que añadir azúcar, ya tienen- y cojan color y sirve sobre una base de natillas o acompañados de una quenelle de helado por persona, y remata con frutos secos picados.
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2024-06-03T04:49:13Z