Lo que hace irresistible a un brownie, más incluso que su oscuro sabor chocolatado o su dulce decadencia, es aquello que proviene de los animales: esa consistencia tan grasosa que roza la ilegalidad, cortesía de una excesiva cantidad de mantequilla, y esa costra levemente crujiente que lo cubre, fina como un papel, mérito de los huevos batidos con el azúcar.
¿Puede, entonces, un brownie llamarse brownie si no tiene esos dos emblemas de su identidad? ¿Son los ingredientes los que hacen al plato, o es el plato solo un significante, apenas un concepto que puede ser interpretado como a cada persona le plazca?
Dejémonos de gastrosemiótica barata, que hace hambre. Aquí venimos a demostrar que un brownie puede serlo, y mantener todos sus atributos concupiscibles —que es como el goloso de Platón llamaba a las pasiones de la carne— sin molestar a ningún animal. Para eso, utilizaremos la receta que nos enseñó Daniel Glukman, el simpático fundador de Daniel’s Bakery, un café donde se puede desayunar, almorzar, tomar once o incluso irse de copas, siempre con delicias horneadas ahí mismo y con alternativas veganas. Como este brownie, viscoso y potente como el mejor.
Las únicas dificultades son: conseguir buenos productos veganos para hacer el ganache, la cobertura que le dará la crocancia al brownie; y usar una pesa de precisión para medir el gramaje de cada ingrediente (un factor crucial para el éxito del plato). El resto es cocer y cantar.
Brownie vegano
Ingredientes (para 20 porciones)
Para la base
Para el ganache de chocolate
Preparación